¿QUÉ HACER EN LA AFLICCIÓN? (II Parte)

La respuesta la encontramos en:

Juan 16:33

En el mundo tendréis aflicción, pero confiad; yo he vencido al mundo

En Cristo, encontramos esperanza y fuerza para superar cualquier desafío. Como dice el apóstol Pablo en:

Romanos 8:37, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 

Gracias a la presencia de Jesucristo en nosotros, tenemos la capacidad de enfrentar las dificultades con una perspectiva diferente, sabiendo que para Dios no hay nada imposible, vemos el milagro.

Ante la aflicción, Jesús nos llama a confiar.

Por fe, tenemos la certeza que Dios está en control y su amor por nosotros es inquebrantable.

Confiar en Jesucristo significa reconocer, que, aunque no siempre entendemos el porqué de nuestras pruebas, sabemos que Él está en nosotros y no las enfrentamos solos.

Ahora vamos al

Salmo 46:1-2 dice:

Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar. 

Este versículo nos revela que el lugar para encontrar refugio es: “su presencia”

 y que, aunque el mundo sea sacudido, Él permanece firme y fiel.

Además, confiar en Jesucristo nos permite experimentar paz en medio de la tormenta. Como Él mismo dijo en

 Juan 14:27: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 

 La paz que Cristo nos ofrece no depende de las circunstancias; es una paz que trasciende el entendimiento y nos sostiene en los momentos más difíciles.

Sabiendo que Cristo ha vencido al mundo, estamos llamados a vivir como vencedores.

Esto no significa que nunca experimentaremos dolor o tristeza, sino que, a pesar de ellas, podemos caminar con la cabeza en alto, sabiendo que nuestra identidad no está definida por nuestras circunstancias, sino por nuestra relación con Cristo, que genera gozo y paz.

Vivir como vencedores también implica ser testigos de la victoria de Jesús en nuestra vida cotidiana.

Esto se refleja en cómo respondemos a los desafíos, en el perdonar a los demás y de mantener la esperanza incluso cuando todo parece perdido.

 Nuestro testimonio en tiempos de aflicción puede ser un medio para llevar a otros al conocimiento de Cristo y de su amor transformador.

Oramos para que Dios nos llene de su paz y confiar en Él plenamente, viviendo cada día con la seguridad de que somos más que vencedores

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Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en

1 de Corintios 13:13

Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor.  Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor

 

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