Una de las pruebas más difíciles en la vida cristiana es perseverar cuando los resultados que esperamos no llegan de inmediato o cuando, a pesar de nuestros esfuerzos, todo parece estancado.
En muchas ocasiones, oramos fervientemente, trabajamos con diligencia y ponemos nuestra esperanza en la voluntad de Dios, pero las respuestas parecen que no fueran a llegar y la tentación de rendirnos nos acecha.
Este tipo de situaciones debemos orar para mantenernos firmes en la fe, a confiar en los tiempos de Dios y a seguir haciendo lo que dice la palabra, aun cuando no veamos una recompensa inmediata.
En Gálatas 6:9 dice
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
La palabra en este versículo nos exhorta a no cansarnos de hacer el bien.
Esto implica que hay momentos en que nuestra labor puede parecer ardua, ingrata o infructuosa, pero a pesar de eso, no debemos rendirnos.
Hacer el bien no siempre trae un resultado visible de inmediato, y aquí radica uno de los grandes desafíos de la vida cristiana.
A menudo, el bien que hacemos en cualquier área de la vida, puede no ser valorado o recompensado en el momento.
Sembramos semillas en todas las áreas de nuestra vida y esas semillas parecen tardar en germinar. Sin embargo, la palabra nos asegura que el fruto llegará “a su tiempo”, pero con una condición importante:
no debemos desmayar.
La vida cristiana es una carrera de larga distancia, no una carrera de velocidad.
Como menciona hebreos 12:1, debemos correr con paciencia la carrera que tenemos por delante.
El agotamiento físico, mental y emocional puede hacer que queramos detenernos, pero aquí es donde aparece la fe.
No se trata de seguir adelante por nuestras propias fuerzas, sino de confiar en el poder de Dios para sostenernos en esos momentos de debilidad.
Dios mediante mañana continuamos con este tema.
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Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en
1 de Corintios 13:13
“Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor. Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor”