Llevaron a un cristiano ante un rey.
El monarca quería que aquel hombre renunciara
a su fe en Jesucristo y al cristianismo.
Si no abandonas tu fe, te voy a desterrar.
Sentenció.
El hombre, sonriendo, contestó:
Su majestad no puede desterrarme, pues el reino de Cristo no es de este mundo.
Entonces lo que haré es confiscar todos tus bienes. Dijo el rey, en tono de enojo.
El hombre respondió:
Mis tesoros están en el cielo; usted no podrá tocarlos.
El rey se enojó aún más y dijo:
Lo único que me queda es ordenar que te maten.
Hace cuarenta años que estoy muerto
respondió el cristiano.
Morí con Cristo, y mi vida está escondida en él,
por lo que usted no podrá tocarla; concluyó.
La historia nos muestra un hombre que vivía por fe; Pablo dice en:
Romanos 1:16
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío, primeramente, y también al griego.
También exclama en Gálatas 2:21
21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.
Nosotros debemos empezar a cuestionarnos y reflexionar; ¿Estamos desechando el evangelio?
o ¿Me avergüenzo del evangelio?
Para finalizar recordemos lo que dice en:
Mateo 6:33
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.