En el Antiguo Pacto, el sábado era un día de reposo ordenado por Dios a los israelitas.
Este mandamiento se encuentra en Éxodo 20:8-11 y se instituye como un signo del pacto entre Dios y su pueblo, lo anterior lo dice en Éxodo 31:13-17.
El propósito del sábado es para que los israelitas descansen y dediquen el día a Dios.
Bajo el Antiguo Pacto, la observancia del sábado es obligatorio.
Este mandamiento está vinculado a la identidad de Israel, como el pueblo elegido de Dios.
Con la llegada de Cristo en el cuerpo de Jesús y su sacrificio en la cruz, se estableció un nuevo pacto, el “Pacto de Gracia”.
Este nuevo pacto, cumple y supera el antiguo pacto, incluyendo las leyes ceremoniales y civiles del Antiguo pacto de la Ley.
En el Nuevo Pacto de Gracia, el apóstol Pablo enseña que ya no están obligados a observar las leyes del Antiguo Pacto, incluyendo la observancia del sábado.
En Colosenses 2:16-17, Pablo dice:
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados. Todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”.
Aquí, Pablo revela que el sábado, junto con otras prácticas religiosas del Antiguo Testamento, era una sombra de lo que vendría con Cristo que es la Verdad.
Además, en hebreos 4 se revela que Cristo es nuestro verdadero “reposo”. En lugar de un día específico de la semana, el reposo en Cristo es continuo, ofreciendo descanso espiritual y podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia.
Jesús cumplió la ley y le puso fin al morir y resucitar, Jesucristo nos da una nueva vida bajo la gracia en libertad de Cristo, ya no es necesario guardar el sábado.
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Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en
1 de Corintios 13:13
Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor. Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor