Había una vez un señor muy anciano que
apenas podía ver. Cuando estaba en la mesa para comer, no podía sostener la cuchara,
dejaba caer la copa en el mantel, y algunas veces
se le escapaba la baba.
Su nuera y su propio hijo estaban muy enfadados con él y decidieron dejarlo en un rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida
en un plato viejo de barro.
El anciano no paraba de llorar y, con frecuencia,
miraba triste hacia la mesa.
Un día, el abuelo se cayó al suelo y rompió el cuenco de sopa que apenas podía sostener con sus propias manos. Entonces, su hijo y su nuera le compraron una cazuela de madera para evitar que se rompiera.
Días después, su hijo y su nuera vieron a su niño de cuatro años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de cazuela que había en el suelo.
—¿Qué haces?—preguntó su padre.
—Una tartera para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos— contestó el pequeño—.
El marido y la mujer se miraron por un momento sin decir palabra. Después rompieron a llorar, y volvieron a poner al abuelo en la mesa.
Desde ese momento, el abuelo comió siempre con ellos, siendo tratado con mayor amabilidad, respeto y amor.
Surge una pregunta:
¿Cómo hijos como tratamos a nuestros padres?
En efesios 6:2-3 nos dice la manera en la que nos debemos relacionar con nuestros padres.
En la historia vimos dos comportamientos diferentes, el incorrecto y como corrigieron el camino para pasar a honrar a padre y madre.
Para finalizar vamos a 1 Juan 5:14-15
Y esta es la confianza que tenemos en él que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,
él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho