El Evangelio no está en lo que el hombre puede hacer para alcanzar a Dios, sino en lo que Dios ha hecho por sus escogidos.
En el libro de Romanos la palabra dice:
la justicia que viene de Dios es atribuida al hombre por la fe, no por las obras.
Vamos a leer los versículos donde se cita al rey David, en:
Romanos 4:6-8
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
El versículo anterior lo encontramos en el Salmo 32, donde el rey David habla del hombre perdonado.
En estos versículos se nos revela la bienaventuranza de ser justificados delante de Dios, no por méritos propios, sino por Su gracia
Pablo hace referencia a:
“David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras.”
Esto golpea directamente la autosuficiencia del hombre. La religión busca constantemente justificar al hombre por sus acciones: por sus buenas obras, su moralidad, su obediencia o su devoción, Pero Dios, en su infinita sabiduría, ha establecido que la justicia viene únicamente a través de la fe.
Esto significa que ninguna obra hecha por una persona, por noble o sacrificada que sea, puede limpiar el pecado o hacer al hombre justo ante Dios.
La justicia no se logra; fue dada por Dios.
Es una justicia imputada, no ganada.
Así como Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, también nosotros somos justificados no por lo que hacemos, sino por lo que hizo Cristo el Señor.
La palabra “bienaventurado” significa feliz, bendecido, dichoso. David, un hombre que conoció tanto el pecado como el perdón, dice que hay una felicidad indescriptible en aquel que ha sido perdonado. No habla aquí del que nunca pecó, sino del que fue alcanzado por la misericordia de Dios.
Todos hemos caído, y algunos, como David, hemos cometido errores graves, vergonzosos. Pero hay esperanza, Cristo venció.
David había pecado con Betsabé y planeado la muerte de Urías. Sin embargo, encontró gracia ante Dios.
Él entendió lo que es experimentar el perdón de Dios.
Esta es la dicha que ofrece el Evangelio: la carga del pecado es quitada, el alma es restaurada, y purificada
Este versículo hace referencia a la sombra de los sacrificios del Antiguo pacto, donde los pecados del pueblo eran cubiertos simbólicamente por la sangre de los animales. Pero ahora, bajo el nuevo pacto, ya no hablamos de una cobertura temporal, sino de una purificación completa y eterna por medio de Cristo.
Cuando la Escritura dice que nuestros pecados son cubiertos, no habla de un encubrimiento hipócrita, como si Dios los ignorara. Habla de un acto de gracia, en que la sangre de Jesús, borra nuestra culpa y nos cubre con Su justicia.
En Cristo, nuestras faltas ya no nos definen. Ahora somos vistos por Dios como justos, puros, santos, no por nuestras obras, sino por Su sacrificio perfecto.
No solo somos perdonados, no solo nuestros pecados son cubiertos, sino que Dios ya no nos acusa, no nos culpa, no nos señala.
Jesús dijo conocerás la verdad y la verdad os hará libres.
Muchos creyentes viven con una conciencia cargada de culpa, reviviendo sus errores pasados, dudando del perdón de Dios, Pero la Palabra es clara: “el Señor no inculpa de pecado” al que ha sido justificado.
La buena noticia del Evangelio: hay bienaventuranza, hay gozo, hay perdón, hay justificación disponible para todo aquel que cree. David lo experimentó, Pablo lo predicó, y Dios nos llamó para vivirlo y contarlo
No pongas tu esperanza en tus obras, en tu esfuerzo, ni en tu justicia, es por lo que hizo Cristo, quien llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, esto lo dice en 1 Pedro 2:24
Oramos para estar firmes en la fe.
Para finalizar vamos a
Mateo 6:6
Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público.