Ayer compartimos sobre la paz que nos da Dios,
es generada por su presencia que está en cada uno
de nosotros, no depende de nada externo.
Hoy vamos a compartir sobre la ira,
podemos pensar que esta aparece por las circunstancias externas y no es así.
Para ilustrarlo vamos a ver la siguiente historia:
Un hombre al que le gustaba meditar en silencio, decidió un día subirse a un bote
y remar hasta el centro de un lago.
Allí estaría mucho más tranquilo
y podría meditar mejor.
Ya estaba en el centro del lago y cerró los ojos.
¡Qué paz se respiraba!
Pero de pronto, cuando estaba en la fase más profunda de sus reflexiones,
algo golpeó su barca y le desconcentró.
Le molestó tanto que pensó:
– «En cuanto abra los ojos,
se va a enterar la persona que me golpeó».
Estaba tan furioso… Sin embargo, al abrir los ojos, solo vio una barca vacía, que seguramente arrastró el viento a la deriva hacia allí.
Entonces se dio cuenta de que la ira no venía del exterior, sino que residía en él.
– «Cada vez que me enoje con alguien- pensó- recordaré que ese enfado está dentro de mí«.
Pedimos poder ver claramente que no existe
un culpable para la ira.
Es un error pensar que algo hizo que aparezca la ira .
La palabra de Dios nos muestra que la ira es un deseo engañoso, el cual nubla el entendimiento y se toman decisiones erróneas.
En gálatas 5:20 dice que la ira hace parte de las obras de la carne y estas generan muerte.
Jesús dijo que lo que contamina al hombre es lo que sale del interior, es decir que la ira no es
generada por las circunstancias o
situaciones que se puedan presentar.
Orar y leer la palabra cada día va a dar como fruto la paz de Dios para actuar sabiamente en la dificultad.
Para finalizar vamos a 1 Juan 5:14-15
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho