UN SOLO PUEBLO

En lo natural hay divisiones y conflictos, pero en lo espiritual somos un solo pueblo, esto lo dice en:

Efesios 2:14-16

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

En estos versículos nos revela que Cristo derribó las barreras que nos separaban.

la “pared intermedia de separación” hacía referencia a la división entre judíos y gentiles.

Jesús, a través de su muerte, derribó esa pared, aboliendo la enemistad y creando un acceso igual para todos a Dios, esas divisiones fueron eliminadas.

Hoy, esta verdad se aplica a todas las divisiones humanas: culturales, sociales, económicas y raciales.

 En Cristo, somos uno, llamados a vivir en unidad y amor mutuo.

Como congregación, estamos llamados a ser una comunidad que refleja el amor y la gracia de Dios.

Esto significa aceptar y valorar a cada persona, independientemente de sus antecedentes, sabiendo que la palabra dice:

 “el que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas”.

Somos colaboradores de Dios en la edificación del cuerpo de Cristo.

El pecado separó al escogido de Dios y de unos a otros, creando enemistades y divisiones.

 Pero Jesús, a través de su sacrificio en la cruz, nos ha reconciliado con Dios.

Esta reconciliación vertical con Dios también nos llama a una reconciliación horizontal con nuestros hermanos y hermanas, eliminando las barreras de odio y división.

La congregación debe ser un lugar donde todas las divisiones se disuelven para llegar a la unidad de la fe, reflejando que hacemos parte del cuerpo de Cristo.

La palabra nos dice que Cristo creó en sí mismo “de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”.

 Esto significa que, en Cristo, se ha formado una nueva identidad, un solo pueblo que trasciende las diferencias naturales.

Dios nos ha dado una nueva identidad y propósito, llamándonos a vivir vidas que reflejen la gracia y el amor de Dios.

Esta reconciliación con Dios debe manifestarse en nuestras relaciones con los demás.

 Estamos llamados a perdonar, a amar y vivir en paz con todos.

Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en

1 de Corintios 13:13

“Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor.  Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor”

 

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