UN SOLO PUEBLO DE DIOS

En Efesios 2:11-19 la palabra revela que, por el sacrificio de Jesús, ya no hay divisiones entre judíos y gentiles, sino que todos conformamos un solo pueblo, que también se llama la familia de Dios.

La palabra en Efesios 2:11 al 12 dice que antes que Jesús resucitara, los gentiles estaban excluidos de la ciudadanía de Israel, ajenos a los pactos y promesas de Dios, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

Los gentiles son todas las personas que no pertenecen al pueblo de Israel, es decir las personas que conforman resto de naciones.

 El versículo 13 de efesios 2 ,es un contraste con lo anterior, porque dice:

 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

La palabra revela que el sacrificio de Cristo en la cruz, derribó las barreras que nos separaban.

Antes que Jesús resucitara, había una división profunda entre judíos y gentiles.

Los gentiles eran considerados extranjeros y alejados de las promesas de Dios.

 Sin embargo, la obra de Cristo en la cruz ha “abolido la enemistad que existía”, eliminando las barreras que los separaban.

Esto es representado en la:

 pared intermedia de separación que Cristo derribó, haciendo de los dos pueblos uno solo. 

Oramos para que Dios nos revele el cambio que sucedió cuando Jesús resucito.

En el versículo 14 dice que Jesús no solo pagó el precio por nuestros pecados en la cruz, sino que también destruyó todo lo que nos separaba unos de otros.

Tanto judíos como gentiles son ahora reconciliados y forman un solo pueblo en Cristo, también llamado la familia de Dios

Las divisiones raciales, culturales o sociales no tienen lugar en el cuerpo de Cristo.

 En Cristo, todos los escogidos desde antes de la fundación del mundo, somos parte de una sola nación, ya no importa a que nación pertenezca la persona.

Jesús resucito y todo cambio, por ejemplo, unió a judíos y gentiles en un solo cuerpo.

En el versículo 16 revela que fuimos reconciliados con Dios por medio de la  cruz, eliminando la enemistad no solo entre el hombre y Dios, sino también entre los hombres.

Esto significa que, en Cristo, todos somos uno. Ya no existen las divisiones que antes separaban a los hombres.

Ahora, todos tenemos acceso al Padre.

 La palabra dice: “que podemos acercarnos confiadamente al trono de la Gracia”.

Este acceso no está restringido a un grupo en particular; es para todos los escogidos de Dios desde antes de la fundación del mundo, sin importar a la nación que pertenezca.

El versículo 19 dice:

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino con

ciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios

Dios no solo nos ha reconciliado consigo mismo, sino que nos ha dado una nueva identidad: somos hijos e hijas de Dios, y como tal, pertenecemos a su pueblo.

Ya no estamos solos, no somos extraños, sino que formamos parte de la familia de Dios, que se extiende de generación en generación y en todas las naciones.

Como miembros de esta familia, tenemos una responsabilidad mutua, Estamos llamados a amarnos unos a otros, a edificarnos mutuamente.

 La familia de Dios es espiritual, No importa el origen, el pasado o la situación actual de la persona.

 En Cristo, todos somos iguales y amados por el Padre.

Efesios 2:11 al 19 nos revela el plan de Dios de formar un solo pueblo, una sola familia.

Esta familia no está limitada por fronteras, color de piel o estatus social.

Todos los escogidos desde antes de la fundación del mundo, formamos parte de esta familia

Somos llamados a vivir como miembros de la familia de Dios, amándonos mutuamente, derribando cualquier barrera que pueda separarnos, mostrando al mundo la unidad y la paz que solo Cristo puede dar.

Nuestra identidad está en Cristo, y en Él, somos una sola familia, el pueblo de Dios.

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Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en

1 de Corintios 13:13

Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor.  Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor

 

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