1 Pedro 2:11
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.
Este versículo nos revela que nuestra verdadera ciudadanía no es de este mundo, sino del cielo.
La palabra nos llama a vivir como extranjeros y peregrinos, absteniéndonos de los deseos carnales que destruyen.
La palabra nos identifica como “extranjeros y peregrinos”. Es decir, aunque vivimos en este mundo, no pertenecemos a él.
Nuestra verdadera patria es el reino de Dios, y nuestra vida aquí es temporal.
Como extranjeros, oramos para que nuestras prioridades y valores son diferentes a los del mundo.
No estamos aquí para conformarnos a las normas y deseos mundanos, sino para reflejar el carácter de Cristo.
Nuestra identidad como ciudadanos del cielo nos da una perspectiva eterna que debe influir en todas nuestras decisiones y acciones.
La palabra nos exhorta a
“abstenernos de los deseos carnales que batallan contra el alma”.
Los deseos carnales son aquellas inclinaciones y pasiones que van en contra de la voluntad de Dios y buscan satisfacer las necesidades y placeres del cuerpo de manera desordenada.
Estos deseos carnales pueden manifestarse de muchas formas: codicia, ira, envidia, celos y muchas más.
La palabra sobre este tema, dice en
Gálatas 5:17: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”
Es importante reconocer que, para no caer en estos deseos engañosos, Necesitamos depender de Dios.
La palabra dice en
Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Este proceso de renovación en nuestra manera de pensar, nos va a trasformar, para una vida por el poder de Dios.
como extranjeros y peregrinos en este mundo, estamos llamados a una vida diferente por el poder de Dios
Esta no es una tarea fácil, pero con la ayuda de Dios podemos vivir vidas que reflejen su amor y gracia.
Oremos para que el Espíritu Santo nos fortalezca, nos guíe en el camino de la santidad, y nos ayude a vivir siempre con la perspectiva de nuestra verdadera patria celestial.
Que nuestras vidas sean un testimonio vivo de la transformación que Dios ha obrado en nosotros.
Para finalizar debemos tener en cuenta lo que dice en
1 de Corintios 13:13
“Y ahora permanece la fe, la esperanza y el amor. Estos tres, pero el mayor de ellos es el Amor”