EL FRUTO DE LA PACIENCIA

DIOS

Vamos a iniciar con la siguiente historia:

Una mujer joven fue un día a la casa de un sabio en busca de ayuda.

Cuando la joven entró en su casa, el sabio, sin levantar los ojos de la chimenea que estaba mirando, dijo:

-¿Por qué viniste?
la joven respondió:

-Oh, Sabio ¡estoy desesperada!
– ¿cuál es tu problema? -dijo el sabio.

-Se trata de mi marido -comenzó la joven-. Tengo un gran amor por él. Durante los últimos tres años ha estado peleando en la guerra. Ahora que ha vuelto, casi no me habla, a mí ni a nadie. Si yo hablo, no parece oír. Cuando habla, lo hace con aspereza. Si le sirvo comida que no le gusta, le da un manotazo y se va enojado de la habitación. A veces, cuando debería estar trabajando en el campo de arroz, lo veo sentado ociosamente en la cima de la montaña, mirando hacia el mar.

-Sí, así ocurre a veces cuando los jóvenes vuelven a su casa después de la guerra -dijo el ermitaño-. Prosigue.

-No hay nada más que decir, Que debo hacer para que sea cariñoso y amable, como era antes.

-El sabio le dijo vuelve en tres días

Tres días más tarde, la joven volvió a la casa del sabio de la montaña.

-Lo he pensado -le dijo-.. Pero primero trae el bigote de un tigre vivo. Tráeme su bigote y te diré que necesitas hacer con tu esposo.

-¡El bigote de un tigre vivo! ¿Cómo haré para conseguirlo?

La joven se marchó a su casa. Pensó mucho en cómo conseguir el bigote del tigre. Hasta que una noche, cuando su marido estaba dormido, salió de su casa con un plato de arroz y salsa de carne en la mano. Fue al lugar de la montaña donde sabía que vivía el tigre.

Manteniéndose alejada de su cueva, extendió el plato de comida, llamando al tigre para que viniera a comer.

El tigre no vino.

A la noche siguiente la joven volvió a la montaña, esta vez un poco más cerca de la cueva. De nuevo ofreció al tigre un plato de comida.

Todas las noches la joven fue a la montaña, acercándose cada vez más a la cueva, unos pasos más que la noche anterior. Poco a poco el tigre se acostumbró a verla allí.

Una noche, se acercó a pocos pasos de la cueva del tigre. Esta vez el animal dio unos pasos hacia ella y se detuvo. Los dos quedaron mirándose bajo la luna. Lo mismo ocurrió a la noche siguiente, y esta vez estaban tan cerca que la joven pudo hablar al tigre con una voz suave y tranquilizadora.

La noche siguiente, después de mirar con cuidado los ojos de la joven, el tigre comió los alimentos que ella le ofrecía. Después de eso, cuando la joven iba por las noches, encontraba al tigre esperándola en el camino.

Cuando el tigre había comido, la joven podía acariciarle suavemente la cabeza con la mano. Casi seis meses habían pasado desde la noche de su primera visita. Al final, una noche, después de acariciar la cabeza del animal.

Después de un año el tigre se quedaba dormido después de comer en presencia de la joven.

Una noche cuando el tigre dormía la joven le arranco el bigote bajó por el camino corriendo.

A la mañana siguiente, cuando el sol asomaba desde el mar, ya estaba en la casa del sabio.

-Tengo el bigote del tigre! Ahora puedes decirme que debo hacer para que mi marido vuelva a ser cariñoso y amable.

El sabio tomó el bigote y lo examinó. Satisfecho, pues realmente era de tigre.

-Dime como lo conseguiste -dijo el ermitaño.

-Bueno, fui a la montaña todas las noches con un plato de comida. Al principio me mantuve lejos, y me fui acercando poco cada vez, ganando la confianza del tigre. Le hablé con voz cariñosa y tranquilizadora para hacerle entender que sólo deseaba su bien. Fui paciente. Todas las noches le llevaba comida, sabiendo que no comería. Pero no cedí. Fui una y otra vez. Nunca le hablé con aspereza. Nunca le hice reproches. Y por fin, una noche dio unos pasos hacia mí. Llegó un momento en que me esperaba en el camino y comía del plato que yo llevaba en las manos. Le acariciaba la cabeza y él hacía sonidos de alegría con la garganta. Sólo después de eso le saqué el bigote.

-Sí, sí -dijo el sabio-, domaste al tigre y te ganaste su confianza y su amor.

Déjame que te pregunte algo:

 ¿Es acaso un hombre más cruel que un tigre? ¿Responde menos al cariño y a la comprensión?

Si puedes ganar con cariño y paciencia el amor y la confianza de un animal salvaje y sediento de sangre, sin duda puedes hacer lo mismo con tu marido.

Al oír esto, la joven permaneció muda unos momentos. Luego avanzó por el camino sabiendo la solución, amor y paciencia.

Como en la historia, en nuestros hogares es vital que esté presente el amor y la paciencia para salir triunfadores en medio de las diferentes circunstancias.

Las buenas noticias es que este amor y paciencia no emanan de nuestra capacidad, sino que son fruto de la relación personal con Dios, vamos a la palabra, en Gálatas 5:22 dice “mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia”

En las relaciones familiares no debe faltar, leamos en:

1 Tesalonicenses 5:14 
que seáis pacientes para con todos.

y La paciencia es vital, en Hebreos 10:36 dice  porque os es necesaria la paciencia

La paciencia es vital para avanzar en la vida sobrenatural y llegar a reinar en vida.

Vamos a esperar con paciencia, es decir, tranquilos, haciendo lo que nos corresponde, pero sin desesperarnos.

Pero también es necesario tener paciencia con nosotros mismo para llegar a reinar en vida:

Lucas 21:19  Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.

Y para disfrutar de las promesas de Dios es vital la paciencia como lo dice en Hebreos sobre Abraham:

Hebreos 6:15
Y habiendo esperado con paciencia,
alcanzó la promesa.

Abraham espero 25 años tranquilo para ver la promesa que Dios le había dado, “un hijo”.

Oramos para que emane el fruto de la paciencia en nuestras vidas.

Para finalizar Recordemos

       Proverbios 28:25
      Más el que confía en el Señor prosperará.

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